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REFLEXIONES EN VOZ ALTA

 

Museo Würth La Rioja, 27 de marzo de 2010

Voy a hacer unas reflexiones en voz alta, que he dividido en dos partes. Primero hablaré del trabajo al que se enfrenta el artista de hoy. Después, de mis treinta años con la escultura.

“Muy cerca de aquí, en ese pueblo llamado Lanciego, un niño, con la urgencia de ser artífice de su vida, se escapa de su casa. Tiene seis años. La Guardia Civil le devuelve al hogar paterno. Cuando llega a los diez, vuelve a intentarlo. Esta vez logra llegar más lejos…Pero, de nuevo, el padre le manda a la Guardia Civil. Ese hombre se llamó Alfredo Amestoy Compañón y Ardanaz, y fue el padre de Ignacio, mi marido. Estoy segura de que hoy, como un Ícaro eterno, sobrevuela el Museo Würth para verme, contento, de feliz protagonista”.

 

EL TRABAJO ARTÍSTICO HOY

Una noticia aparecida en la Prensa hace ya algunos años, me conmovió profundamente. El pintor abstracto Willem de Kooning (1904-1997) padecía Alzheimer. No reconocía ni a su mujer, ni a sus hijos. Sin embargo, cada día, se levantaba, iba a su estudio, y se ponía a pintar. Según su mujer, estaba pintando los cuadros más hermosos de su vida.

¿Cómo era posible? ¿Qué o quién movía la mano de Willem de Kooning?

Esta emocionante anécdota señala que la tarea artística tiene un origen misterioso. Que no depende de uno. Uno es, como dice Borges, un “amanuense del espíritu”.

Anish Kapoor, tras su llegada al Guggenheim de Bilbao, ha vuelto a expresarlo: “Trabajar en el estudio es una especie de ritual pensado para dejar que las obras se produzcan a sí mismas”.

Primera reflexión.

 Segunda reflexión: Todos estamos llamados a una vida creadora. El ser humano desde que nace siente la necesidad de conocer las cosas, de transformar la realidad, de ser artífice de su propia vida. La experiencia estética es una experiencia eufórica. Una experiencia que conocemos desde que somos niños. ¿Quién no tiene en su memoria ese momento mágico, de descubrimiento, en que salimos corriendo, ante el asombro, con el grito: “¡Mira, mamá, lo que he hecho!”

 ¿Qué ocurre después? Después se abandonan los estímulos, la motivación pedagógica necesaria, y se impone la urgencia de la lucha por la supervivencia. La supervivencia del cuerpo, por encima de la del alma.

 Tercera reflexión: El ser humano necesita del arte. Adivina sus límites, y no deseando consumirse en ellos, reclama, exige, solicita la experiencia del otro para sentirse completo. Lo llama a gritos para que cumpla su función, “para que transforme en canto lo que permanece mudo”, con palabras de Rainer María Rilke.

 El arte, vehículo de ideas y de emociones. El arte como una suerte de instrumento que conforma nuestra sensibilidad, que ayuda a crear una estética de resistencia contra el orden o el desorden establecido, como dice Susan Sontag.

 Ambiciosa tarea, solidaria tarea: ayudar a conformar el rostro humano, a aprehender el mundo, a abrir interrogantes, a reflexionar sobre nosotros mismos. Una responsabilidad moral y social que no podemos rechazar.

 Sin embargo, ¡entre qué terribles paradojas tiene lugar estar tarea! Atravesamos un tiempo de oscuridad, una nueva Edad Media brutal, cínica y materialista. Un post-humanismo en donde no hay lugar para el mundo del espíritu. Un tiempo que nos coloca en una situación de marginalidad, de difícil salida, de feroz pesimismo.

Quizá fue siempre así y el esfuerzo del artista para cumplir su trabajo y lograr la comunicación fue siempre desesperado. No sé. Pero es bien cierto que nunca hubo las infinitas posibilidades de diálogo, de divulgación, que ofrece el mundo hoy. Y esto resulta más paradójico, más imposible de aceptar. Se acrecienta el desvalimiento del artista, su desesperanza.

 Un cartel de enormes proporciones ha colgado durante más de un mes en edificio de la Casa de América de la plaza de Cibeles de Madrid, en el que se leía: “Dicen que pueden ayudarnos con su arte”. Era una propuesta de un artista, pero qué descorazonador.

Cuarta reflexión: No podemos aceptar el divorcio existente entre el arte y la sociedad, o el transcurso de caminos paralelos que no se crucen jamás. Sería una labor inútil la nuestra, sin olvidar que el artista, que trabaja a ciegas, instintivamente, necesita de los ojos de los demás, para completar su obra, para encontrarle un sentido.

Más reflexiones: El mundo fluye deprisa ante nuestros ojos. Estamos inmersos en una sociedad de mercado que nos exige una producción rápida y cambiante, sometida a los dictados de la moda. La creación de una obra ha sufrido una conmoción que desorienta e incide de forma negativa en el resultado del trabajo creador. Una presión que hace florecer la confusión. No olvidemos que el artista necesita tiempo para construir su universo, para tener un discurso.

Dos acontecimientos catastróficos han hecho aparición: el desprecio por el oficio y, unido a ello, un desinterés por el sentido de trascendencia, expresado incluso a veces sin pudor, públicamente, por algunos artistas. Exigimos “los quince minutos de gloria” de Andy Warhol. Trabajamos rápido, buscando el éxito, despreciando el hecho de que se sostenga la obra,  y no sólo técnicamente, sino sobreviviéndonos, hablando al futuro sobre cuál fue el rostro de nuestro tiempo.

La falta de ese frontón necesario e ineludible, está provocando, a modo de contestación, una obra hermética, de espaldas; finalmente, endogámica. Es posible que no tengamos una idea clara de lo que es el ser humano en este principio de siglo, de su identidad, que se presenta tan fluctuante e imprecisa como la realidad.

 Se ha abierto un abismo entre la minoría que goza la cultura y la mayoría establecida ya en la sociedad del entretenimiento, de lo banal. Nuestro sueño de un arte para todos se desvanece.

Pero hay más. Más constataciones crueles. Hemos adquirido la dolorosa conciencia de las limitaciones del arte: sabemos que la cultura no nos ha inmunizado para siempre contra la barbarie. François Cheng, en sus “Cinco meditaciones sobre la belleza”, aconseja: “La belleza se sitúa en la otra punta de una realidad a la que debemos enfrentarnos. Estoy convencido de que tenemos el deber urgente, y permanente, de examinar los dos misterios que constituyen los extremos del universo vivo: por un lado, el mal, y, por otro, la belleza”.

Por tanto, y en conclusión: el mal existe, pero la belleza también. Y esa es nuestra tierra. Gran desafío. Sobre el ruido del mundo, impongamos el silencio para aprender a escuchar de nuevo, y como Sísifo cojamos nuestra piedra y volvamos a subir la montaña, con la esperanza de un nuevo paisaje. Y construyamos nuestro edificio. “Cada artista construye un edificio”, dice Eugenio d’Ors. Y hagamos, una vez más, lo que Camus grita a través de su criatura Calígula: “Demos una oportunidad a lo imposible”.

 

MIS TREINTA AÑOS CON LA ESCULTURA

Sólo hace un par de semanas que, a propósito de una exposición de Gehard Demetz, en Madrid, un crítico escribía: “La escultura, tal como fue entendida tradicionalmente, hace ya unas cuantas décadas que prácticamente ha desaparecido de nuestro horizonte artístico, o al menos de los debates centrales del pensamiento estético de nuestra época. Así, a cada paso constatamos que alrededor de aquellas tres dimensiones clásicas, la obra cerrada en sí misma, concentración formal y argumental de un sujeto o acontecimiento, resulta un vestigio poco menos que imposible en la actualidad”.

De acuerdo con esto, lo primero que quiero decir es que soy una escultora que nado contracorriente. No sola, ciertamente. Somos pocos los que la seguimos practicando sin considerar cerrado este camino, ni aceptar ningún tipo de imposición. Ahí tenemos a Antony Gromley, explorador del cuerpo humano, que después de haber causado sensación en Londres con sus figuras instaladas sobre tejados, lo está haciendo en este momento en Nueva York.

Siempre digo, de una forma literaria si queréis, que no elegí ser escultora, sino que fue la escultura la que me eligió a mí. Como cuenta el buen escritor Juan Ramírez, en su para mí entrañable prólogo del catálogo de esta exposición, mi primera vocación fue el teatro. Pero una herencia de sangre, como le gustaba decir a mi padre, ya que mi abuela María Pérez-Peix fue escultora, y una herencia cultural, provengo de una familia de intelectuales y artistas, contribuyeron a introducirme en el universo de las formas. En la escultura.

“La escultura, ese arte tan castigado por nuestra época --como dice Rilke--, por ser el más cumplido paradigma del intemporal clasicismo. Por ser la escultura más esquiva al paso del tiempo, pero también por su condición de cosa, por su vocación de monumento, testimonio que nos avisa de los que vamos olvidando; es decir, lo fundamental”.

Mi especial acceso a la escultura confiere a mi trabajo, creo yo, un carácter peculiar, no solo porque me ha ubicado como “espectadora asombrada” de mi destino, por encima de mi voluntad, sino porque  creo que mi formación teatral ha jugado y juega un importante papel en mi elección formal.

Creo, como dice Miró, que el lenguaje artístico es algo que nos es “impuesto”, algo difícil de explicar, que una vez reconocido como propio, tú sólo puedes llenarlo de exigencia intelectual y perfección.

Quizá porque en mis años de formación escénica aprendí a expresar con el cuerpo, ese templo de pasión, la figura humana se me impone siempre como centro contundente de cualquier reflexión.

Mis esculturas son siempre figuras humanas, solitarias o en grupo, exentas de ropajes; “desnudas hasta de su propio desnudo”, escribió el crítico Delfín Rodríguez. No tienen una edad precisa y son profundamente andróginas, tal vez por ese deseo primigenio que late en todo ser humano de sentirse completo. Un deseo de reconstrucción original, lejos de toda supremacía sexual o enfrentamiento. Esta elección estética me identifica con los griegos, que tuvieron como ideal un tipo humano poco marcado por su dimorfismo sexual, y también con los egipcios, bastantes ambiguos en este aspecto.

Pertenezco a la tradición mediterránea, a ese mar nuestro. Siempre he creído que la mejor vanguardia es la que se basa en la tradición. Miramos el pasado para crear el presente y proyectarnos al futuro. Se trabaja siempre desde la memoria.

Acepto la calificación que se me ha otorgado de artista neoclásica --un clasicismo extraño, diría yo-- siempre que se añada después que soy una creadora conceptual, porque el interés de mi escultura radica en las alegorías que genera la relación que establezco entre la figura y los elementos, o escenarios --algo muy teatral--, que añado ésta. La extensión en el espacio, como el juego con los elementos añadidos, es lo que le confiere su contemporaneidad, y la traen al hoy.

Utilizo los mitos clásicos porque actúan como arquetipos, porque son un perfecto espejo donde observar nuestra condición de hombres. Da igual que traiga al hoy a Ícaro, a Prometeo, a Narciso, a Pandora o a Sísifo, que aun permitiéndome distintas posibilidades formales, o adoptar una mirada más irónica, o afilar su dimensión trágica, siempre son el mismo hombre, que es todos los hombres, que han sido, que somos y que seremos.

Siempre se presentan, para mi sorpresa, trashumantes; transitando despojados por el teatro de la vida buscando un destino: Prometeo es el sometimiento, nuestro destino, atados a la tierra. Ícaro, el desafío a los límites; Foucault dice que si pudiéramos hacer una auténtica radiografía al hombre encontraríamos en él la ilusión de volar, de tener alas. Sísifo es el entusiasmo para la consecución de un fin; “el esfuerzo para llegar a la meta basta para llenar el corazón del hombre”, dice Camus. Narciso es la identidad, el espejo que nos devuelve lo mejor y lo peor de nosotros mismos.

Me gusta que mis esculturas nieguen el tiempo, o sean atemporales, que sean presente continuo, que tengan una presencia cálida y cercana. Soy, como Nonell, una amiga bien intencionada de mis criaturas. Y me gustaría dignificarlas, llenarlas de la mayor belleza posible. Acercarlas a los dioses.

Y, finalmente, y, por encima de todo, me gusta pensar que ayudan a reinstaurar al hombre como centro del universo, contra la voluntad que, sigilosamente, y en nombre del progreso tecnológico, pretende que triunfe el mayor de los fascismos, que es borrarlo de la faz de la tierra.

Desde 1995, me he encaminado a realizar lo que entendemos por escultura pública. Siempre he creído que al arte debería ser público; es decir, destinado a todos. Sacar al exterior la escultura, situarla en el ámbito de la ciudad contemporánea y que encuentre su sitio, es el gran reto en el que estoy empeñada. Suelo decir que el exterior puede ser desolador para una escultura, porque ha de competir en un escenario plagado de señales, mobiliario urbano o múltiples signos que “ensucian” el aire que ha de ocupar la obra.

Pero, la escultura, en la ciudad contemporánea, no debe ubicarse con el mismo criterio que en siglos pasados, porque liberada hoy, gracias a otros medios, del carácter narrativo y ejemplarizador al que se veía obligada, puede buscar su esencia.

Ha comenzado un nuevo camino. Debe encontrar su sitio.  Un espacio necesario. Con un nuevo carácter, que responda a nuestra sociedad democrática. Debe estar introducida en el paisaje, no con la forma impositiva que le confería el siglo XIX --es decir, centrada en una plaza y en alto--, sino libre, incorporada tan orgánicamente al paisaje que se pueda elegir mirarla o no.

Es urgente hacer comprender a los responsables políticos que la obra escultórica no debe tratarse como mobiliario urbano, porque es mucho más. Así como el trazado de un asentamiento humano en forma urbana nos habla del vivir de sus habitantes y la arquitectura refleja su carácter social, su defensa contra el clima, su fragilidad o su poder, la escultura no puede ser el adorno final que pretenden que sea. La escultura, la forma tridimensional, tiene personalidad: nos habla de los anhelos profundos del hombre, de su combate para vencer la soledad desde el principio de la historia. ¿Qué son si no los tótem de las tribus primitivas? ¿Se olvida que el primer hombre escultor quiso ser dios dando cuerpo, a su imagen y semejanza, sacando de la arcilla primigenia al otro para no estar sólo? ¿Existe mayor conmoción metafórica?

Este reto apasionante no es fácil. Tropezamos con la incomprensión no sólo de los interlocutores que deben decidir. Nuestras esculturas son recibidas a veces por los ciudadanos con indiferencia, cuando no con manifiesto rechazo. Pero debemos aprender a conectar con el sentir de nuestro tiempo, a no despreciar la intuición y la voluntad populares. No aceptemos, al menos de partida, el fracaso. Como decía Pericles “que no digan de nosotros que no quisimos hacerlo; en todo caso, que no supimos hacerlo”.

La realidad nos enseña cada día que “es posible”, tenemos el emocionante caso de Gromley en las playas de Escocia. Los habitantes han exigido a las autoridades que la instalación temporal de figuras en la arena, que a veces son cubiertas por el mar en su crecida, sea definitiva. Que pertenezca para siempre a ese lugar.

Quizá la solución pueda ser la adoptada por la ciudad de Münster. Cada diez años un número de artistas, elegidos por un comisario, hacen, cada uno de ellos, una propuesta escultórica y eligen el lugar donde desean instalarla. Tras la “convivencia” de tres meses de la obra con la ciudad, se decide, popularmente, qué escultura debe ser adquirida y permanecer para siempre como patrimonio en sus calles. La que mejor haya respondido a sus demandas estéticas y espirituales.

Yo tuve una experiencia de este tipo en Oviedo, cuando hice una exposición antológica en el Mercado de Pescado, y puedo decir que la elección popular fue acertada. Eligieron una cabeza de manifestación que se conoce como “Monumento a la Concordia”, en la Plaza del Carbayón. No sé si será una de mis mejores obras, pero ellos la han hecho emocionantemente suya, y se ha incorporado a la vida de la ciudad. Y puedo decir ya que es la que más demandas me ha proporcionado de todas mis obras hasta hoy.

Termino aquí mis reflexiones en voz alta y quisiera grabar a modo de dibujo una imagen… Figurémonos un paisaje desnudo:

Al fondo, una línea horizontal, la línea del horizonte. Aparece un hombre y levanta un edificio. Luego, otro, que modela una figura. Un tercero, construye una forma imprecisa. Detrás, alguien que erige un obelisco de palabras, un poema. Después, uno más, con el torrente de su voz clava el pentagrama. Y así, van desfilando, más, y más, y más, un sin fin de ellos, llenando el paisaje.Si nos alejamos, advertimos que todo son líneas verticales. ¿Qué buscan con ello?

¿Alcanzar el cielo? ¿No consumirse en su propia soledad? ¿Perseguir lo inexplicable?

El maestro Anish Kapoor responde: “Soy un artista abstracto, porque no tengo mensaje que ofrecer al mundo, pero tengo interrogantes”.

Yo tampoco tengo respuestas…, pero, con curiosidad, voy cada día a mi taller y me dispongo a cumplir mi trabajo, esperando que ocurra el milagro: hacer una escultura.

 

Gracias, Juan Ramírez, por tu provocación.

( Conferencia pronunciada en el Museo Wurth con ocasion de la exposicion" Dioses como hombres" )

 

 

 

Resucitan desde su frágil desnudez,

AFRODITAS, ÍCAROS, Y PROMETEOS,

como remedos de dioses y de hombres,

para ser protagonistas de nuestros laberintos.

 

Parecen dioses de un Olimpo perdido,

"errantes y solitarios"(José Jiménez);

es decir, dioses que han equivocado su destino

y no encuentran salida:

"No habrá nuca una puerta. Estás adentro

y el alcázar abarca el universo,

y no tiene anverso ni reverso

ni externo muro ni secreto centro" (José Luis Borges).

 

Atados a la piedra.

 

Conocemos su historia

de pasiones sin medida,

de vuelos trágicos,

de fuegos robados;

sus rebeliones, cadenas y derrotas.

"Agua dense, ¿quién navega?" (César Antonio Molina),

pero les envidiamos, porque "continúan en pie" (Fernando Castro)

y "confían en alcanzar aún algo" (Vicente Molina Foix).

 

Ahí están.

 

“No mueren los dioses" (Constantinos P. Cavafis).

Para mirarnos en ellos,

para hermanarnos con ellos.

Son el espejo de nuestra aventura.

 

( Tríptico de la exposicion" No mueren los dioses" del Mercado del Pescado de Oviedo )

 

 

 

Entrevista a E.dOrs en Radio Nacional en el programa de Pepa Fernández 'No es un día cualquiera'.

 

 

 

 

CREACIÓN DE UN MONUMENTO A MIGUEL HERNÁNDEZ

 “POR HACER A TU MUERTE COMPAÑÍA”

 

 

Lo primero que suscita en mí la figura de Miguel Hernández es la idea de sufrimiento. Sabemos que el dolor es consustancial a la vida, pero buscamos desesperadamente olvidarlo o relativizarlo. Sin embargo, John Berger nos recuerda que” para que vivamos y muramos debidamente, las cosas han de nombrarse debidamente”.Después, aparece la idea de sacrificio, y consecuentemente, la palabra calvario. Y aunque la vida de Miguel Hernández fue un triunfo continuado sobre la pasividad y la amargura --“lo que haya de venir, aquí lo espero, cultivando el romero y la pobreza”, dejó escrito--, y su obra posee la belleza admirable de lo eterno, no puedo menos que experimentar, unido al sufrimiento y sacrificio, vergüenza, sentimiento humano que obliga a mirar hacia abajo, y que mina y corroe hasta acabar con toda esperanza.

Para la escultura que propongo como monumento al poeta Miguel Hernández he trabajado a partir de estos tres conceptos indicados: sufrimiento, sacrificio y vergüenza. Según dice el historiador Alois Riegl, “por monumento, en el sentido más antiguo y primitivo, se entiende una obra realizada por la mano humana, y creada con el fin específico de mantener hazañas o destinos individuales, siempre vivos y presentes en la conciencia de las generaciones venideras”. Añadamos a este mantener las ideas contenidas en nuestra conciencia, un gesto de gratitud, un reconocer, entre la multitud, a un ser singular, y alegrarnos de su sobrevivir, saludándole.

Mi trabajo escultórico tiene siempre como centro el cuerpo humano, y lo hago desde la convicción de que éste es intrínsecamente trágico, como no lo es el cuerpo de ningún otro animal. Ningún otro animal está desnudo. Por lo que propongo una figura femenina con un lienzo en las manos que lleve la imagen de Miguel Hernández; es decir, una moderna Verónica que se situaría entre la mujer del Evangelio, que acompañó y enjugó el rostro cansado y triste de Jesucristo, y esas anónimas mujeres que discurren con los retratos de sus seres queridos por los escenarios de nuestro contemporáneo vivir.

Toda expresión artística debe ser un gesto abierto, y este gesto de la Verónica encierra un enorme caudal en el transcurrir de los tiempos. Posee igualmente un carácter de conmiseración y compañía, aspectos que intento conlleven mis esculturas, con la convicción de que la voluntad del artista es avanzar siempre, de noche y de día, en compañía del hombre, de todos los hombres.

Pero hay una última razón para defender “Una Verónica para Miguel Hernández” y es el deseo explícito de hacer, a través de esa figura femenina, un homenaje a otro ser singular unido a él, Josefina Manresa --“nadie me salvará de este naufragio / si no es tu amor, la tabla que procuro”, escribió--, porque ella fue su memoria viva, decidiendo hacer lo que Miguel le dejó escrito: “Amor: aleja mi ser / de sus primeros escombros / y edificándome, dicta / una verdad como un soplo”.

 

 

 

 

 

Presidenta, Viceconsejera, Director General,

Compañeras y amigos:

 

Más allá de la reivindicación casi siempre mal entendida o mal interpretada de un trabajo realizado por mujeres, nuestra comisaría y todas las artistas queremos que este gesto de reunir por primera vez el trabajo de treinta y seis escultoras –casi cien años de escultura femenina española- signifique un acto de gratitud a las que nos precedieron. Tanto a esas creadoras pioneras que están en la exposición como Helena Sorolla, Pilar Calvo, Eulalia Fábregas, Eva Ackerholm o mi abuela María Pérez-Peix, como aquellas mujeres de todos los tiempos que sabedoras de que su obra sería anónima en el mejor de los casos o destruida en el peor persistieron a pesar de todo en el quehacer hermoso y difícil de esculpir.

¿Qué movió su voluntad?

Estoy segura que fue en primer lugar ser espectadoras de ese acto misterioso que constituye la creación “sacar algo de la nada”, animando su corazón en la soledad de los talleres, pero sobre todo ayudar a conformar el rostro humano, saber que lo importante del arte es la semilla que esparce, que el arte puede morir o destruirse pero que ya habrá conformado nuestra conducta hacia el futuro, como decía el maestro Joan Miró.

Esta es, ha sido y será la gran responsabilidad del artista. Ellas padecieron la incomprensión y el olvido. Nosotras hemos traspasado los muros y enseñado nuestro trabajo, pero tenemos otras grandes dificultades que afrontar: vivimos una nueva Edad Media, cínica y brutal, a la que oponernos con las armas del espíritu. Difícil tarea prometeica.

Decía Susan Sontag que la obra de arte es una suerte de instrumento que permite detectar los males de una época y posibilita una nueva sensibilidad crítica, susceptible de construir una estética de la resistencia contra el orden o el desorden establecido. No lo olvidemos.

Acto de gratitud, decía.

Por ello, me van a permitir que en nombre de las escultoras que aquí estamos y las que se fueron, dé las gracias al tesón y coraje de nuestra comisaría Raquel Barrionuevo, porque primero en forma de tesis doctoral y luego de exposición, ha querido corregir el desorden establecido, colocando los nombres de algunas escultoras donde deben estar: en la luz.

Ha hecho un acto de justicia.

Esta era y es una exposición necesaria, y por fin posible. Por eso, gracias Presidenta por querer estar aquí, por estar aquí, con nosotras. Interpretamos su presencia como un compromiso de apoyo para el futuro. Para que el rostro del ser humano, presente en nuestras obras, no quede disuelto en el vacío.

Gracias a la Junta de Andalucía, que puso en marcha la propuesta en el bello convento de Santa Inés de Sevilla, y a la Comunidad de Madrid, comunidad acogedora por excelencia sin distinción de origen. A su Consejería de Cultura, sobre todo a Álvaro Ballarín, que extendió la alfombra roja como un caballero.

Queda mucho por hacer, pero hemos hecho mucho en muy pocos años. Podemos decir, sin rubor alguno, que la mejor escultura que se hace en España hoy está en manos de mujeres. Y aún podemos decir más: un puñado de nombres nuevos de primera categoría, vienen a sumarse a estos treinta y seis, y pienso en escultoras como Laura Lío, Ana Sánchez, Esther Pizarro, Adriana Veyrat, Mayte Alonso o Mar Solís.

Por lo que podemos amenazaros con una segunda parte de Reexistencias.

Muchas gracias, y enhorabuena, a todos, a todas.

 

( Palabras para la inaguracion de la exposición Reexistencias: un siglo de escultura femenina del s.xx. Centro cultural El Aguila,Madrid )

 

No hay nada más hermoso en el mundo que la unión de

voluntades para la consecución de un fin.

Cuando pienso en ello, me viene la imagen del gran Pericles

plantado frente a los poderosos de Atenas para defender nada

menos-'que"' a construcción de la Acrópolis, diciéndoles: "Si no lo

hago con vuestra ayuda, lo haré yo solo".

¡Qué fuerza y convicción sentía de que aquella empresa

hablaría a la posteridad de lo que habían sido los griegos! Lo

mejor de sí mismos.

Esa es la fuerza que hace avanzar a los pueblos. Por eso,

cuando nuestro Alcalde... --digo, "nuestro", porque yo desde hoy

me siento ciudadana de Leganés,. al dejar parte de mí misma con

esta obra--..., cuando nuestro Alcalde, decía, me expresó su

voluntad de homenajear a las asociaciones de vecinos, que tantas

cosas habían conseguido con su voluntad, su constancia y su

unión a lo largo de la historia de esta ciudad, me sentí feliz.

Quiero expresaros mi profundo agradecimiento. . . Por

vuestro ejemplo, primero, y por permitir al Alcalde y a todos los

artistas que intentemos embellecer los escenarios de vuestras

vidas, dejar lo mejor de -nosotros mismos en vuestras calles y

plazas.

Vivimos en un mundo terrible. Lo empiezan a llamar el

poshumanismo, en el que se quiere borrar el rostro humano de la

faz de la tierra, que el hombre deje de ser el centro del universo.

y no vamos a permitirlo.

Me gusta mucho este sitio. Su escala humana. Me gusta que

conviva el ayer con el hoy. Y esté tan abierto al futuro. Y me

alegro de que este grupo humano esté tan cerca de los enfermos

del alma. ¿Quién no lo es? ,

Gracias a todos los que lo habéis hecho posible... Espero que

lo defendáis como algo vuestro, porque os pertenece. Es de los

ciudadanos y ciudadanas de Leganés, y formará con el resto de las

obras lo que sois, lo que fuisteis, y hablará de vosotros mismos.

 

 

( Inauguración de  la escultura pública “Al movimiento Ciudadano”, Leganés, Madrid. )

 

 

 

Entrevista a Esperanza d'Ors 'La Mandrágora' 1997 TVE.

 

Pieza recuperada de formato VHS,

(puede contener pequeños defectos de sonido e imagen

 

 

 

 

PUBLICACIONES

 

"SOLANA"

Colección Los genios de la pintura

Gran Biblioteca Sarpe, Tomo XXVI

Edita Sarpe S.A, Madrid,1979

 

"RENOIR"

Colección Los genios de la pintura

Gran Biblioteca Sarpe, Tomo XXIX

Edita Sarpe S.A ,Madrid, 1980

 

"JUAN GRIS"

Colección Los genios de la pintura

Gran Biblioteca Sarpe, Tomo LXII

Edita Sarpe, S.A, Madrid,1981

 

"BIOGRAFIAS"

4.ARTE

Enciclopedia sistemática ACTA 2000

Ediciones RIALP,S.A, Madrid,1980

 

 

Entrevista D'Ors y Amestoy: diálogos sobre arte. elmundo.es

 

 

 

Entrevista a Esperanza D'Ors

"Los artistas construimos el rostro de nuestro tiempo"

EL MUNDO. PAULA ACHIAGA | Publicado el 29/05/2013

La escultora presenta en Madrid, en la galería Tiempos Modernos, sus últimas esculturas: 13 homenajes a 13 grandes artistas

 

Esperanza d'Ors (Madrid, 1949) lleva 33 años conviviendo con la escultura. Sus reconocibles figuras -espaldas anchas, frontales, desnudas y asexuadas- forman ya parte de nuestro imaginario contemporáneo, en parte gracias a las obras públicas que León, Oviedo, Elgoibar (Vizcaya) o Leganés (Madrid) han colocado en plazas y calles. Son seres que recogen las preocupaciones del hombre actual, arquetipos de nuestros pesares. Figuras, en cualquier caso, con un pasado estético que hoy la artista quiere dejar muy patente y de ahí este homenaje a los clásicos. Desde Picasso a la escultura griega y sus hermosos kuroi, Esperanza d'Ors muestra 13 piezas, 13 homenajes en 2013, que pueden verse en la galería Tiempos Modernos de Madrid hasta el próximo 29 de junio.

 

Pregunta.- Dice de esta exposición que es un trabajo hecho más con el corazón que con la cabeza. ¿Por qué?

Respuesta.- Esta exposición en realidad se empezó a gestar en el año 91 a raíz de una experiencia que viví en Egipto. En el templo de Sakkara me encontré una escultura como la que yo había dejado en mi mesa de trabajo: Escuela de Prometeo. Es emocionante reconocerte en el trabajo de otros. Me conmovió descubrir que, dentro del trabajo artístico, formas parte de los que te precedieron y que ellos han compuesto para ti la forma del mundo y de la condición humana a la que yo modestamente me sumo. Es la ley esencial de un artista: la pertenencia a una tradición.

 

P.- Algunos de los homenajeados se le asemejan más que otros... Sorprende, por ejemplo, el conjunto dedicado a La danza de Matisse.

R.- Hay homenajes buscados y encontrados y éste es claramente un homenaje buscado. Era un gran reto para mí enfrentarme a una pintura y La danza es una gran obra que además permite seguir el rastro de este tema durante siglos, desde los vasos grecorromanos hasta hoy. La relación más directa con Matisse estaría en las figuras: las suyas, como las mías, parecen tener esa ambivalencia sexual que permite expresar una serie de de sentimientos.

 

P.- Los homenajes son una manera de rendir cuentas, ¿cree que en la vida de todo artista llega el momento de rendir cuentas, agradecer o reconocer el legado de los grandes?

R.- Absolutamente. Además, en mi caso, que no he tenido un acceso al arte de forma convencional, que soy autodidacta, estos artistas han sido mis maestros. Manolo Hugué ha sido mi profesor de anatomía, igual que Rodin. Incluso algunos que parecen lejanos a mí, como Anthony Caro, con el que me siento estilística y emocionalmente cerca, están también aquí. Podrían estar también Giacometti, Marino Marini... En realidad tenía cerca de cuarenta homenajes pero el momento difícil que vivimos me ha hecho concretar y he hecho este juego de 13 en 2013.

 

P.- ¿Qué le debe a Picasso?

R.- Picasso es la gran esponja del arte, es un personaje síntesis. A través de él se rastrea todo lo ocurrido hasta entonces, es el maestro de ceremonias perfecto y su potencia es descomunal. Mi homenaje a Picasso, Leda y el cisne, es reflejo del hombre de la cabra de Picasso, en este caso es un homenaje encontrado. En realidad, todo está inventado, nosotros hacemos una reescritura. La condición humana, la sed de consuelo, el ansia de libertad...

 

P.- ¿Y qué hay de Leonardo?

R.- He investigado a Leonardo a través de mis Ícaros, es otro monstruo, absolutamente completo. El tema del ala y su mecánica me ha ayudado a construir Ícaros con alas imposibles y artilugios de alas y expreso mi deuda con este Dédalo.

 

P.- Contenedor humano es una pieza completamente distinta, las figuras pierden su estilismo y se muestras apelotonadas...

R.- Es mi homenaje a William Blake, pero podía ser también a Miguel Ángel... En realidad, es por donde va mi trabajo ahora, por el que yo apuesto para mi siguiente exposición. Me interesa cada vez más la aglomeración de cuerpos y éste es el primero de cuatro contenedores y de un vídeo que quiero hacer sobre la construcción de un habitáculo. Empecé a analizar el tema de nuestro tiempo que es la inmigración, recorto imágenes de las pateras, de los inmigrantes que llegan y salen en la prensa. Es una reflexión sobre la intransigencia, que es uno de los peores muros con los que nos encontramos hoy.

 

P.- Porque ¿el artista debe estar comprometido con su tiempo?

R.- El compromiso del artista es traducir. Nos movemos por intuición y son los ojos de los demás los que dan sentido a nuestro trabajo. A mí, mi trabajo me los explican los otros. Lo importante es conectar con tu tiempo, lo demás lo dirá la Historia. Nosotros construimos el rostro de nuestro tiempo.

 

P.- ¿Hacia dónde va la escultura hoy?

R.- Por mucho que digan que la escultura figurativa está denostada, que la escultura va por otro lado, yo conecto con gente muy joven. ¿Quién puede prohibir a un joven escribir un soneto? Lo que tenemos que ver es si esa obra produce emoción, abre interrogantes, hace reflexionar.

 

P.- Lo que supongo que ya no concibe es alejarse del cuerpo, de la figura.

R.- No sé hacer otra cosa, todo en mi obra parte de la figura. La contemporaneidad la dan los elementos que yo añado. Aunque yo utilice un concepto tradicional como la figura, mi obra sólo puede ser entendida desde el hoy.

 

 

DALI  MIRANDO A LA VENTANA

 

Ni el Cristo, “explosivo, nuclear e hiperbólico”; ni la Madonna Gala de Port Lligat; ni los relojes blandos, que marcan o desmarcan el tiempo, en la Persistencia de la memoria, se presentan ante mis ojos, a la hora de la muerte de Dalí. Solo una creación ha ido agrandando su presencia en los días de su triste agonía pública: la “Muchacha de espaldas mirando a la ventana”.

¿Es su mejor obra, su más emocionante?

 No, seguramente no.

 ¿Tiene algún elemento inquietante que lleve a pensar  en la muerte? Tampoco.

 Es un  lienzo sencillo, de una mujer que mira al mar. Bello , cargado de una cierta nostalgia romántica. Es, la actitud que señala, la que lo vuelve poderoso: la del artista frente a algo oscuro, misterioso, equívoco.

Dalí es la muchacha mirando “a la ventana”. (Curiosa la elección de la preposición “a”, cuando la correcta sería “por la ventana”.)

Es el pintor asomado al lienzo, trabajando con la obsesión de llegar a algún lugar.

¿Ha llegado a él?  Nunca lo sabremos…

Como decía Sarane Alexandrian: “Para un artista hay una extraña manera de que se le conozca mal, y es la de que sea demasiado conocido”.

En un arranque de sinceridad, dijo el pintor, no hace mucho,  a uno de sus muchos biógrafos: “En este momento, todavía no tengo fe, y temo moriré sin cielo…”

La muchacha, además, está de espaldas.

                                                                                                 Esperanza d’Ors, 1989.